sábado, 5 de febrero de 2011

SINFONIA EN MI PLUMAJE

Allí, parada en la esquina del mundo, a veces las cosas parecen ser tan claras a pesar de que el caos de las calles de  buenos aires con su atmósfera húmeda y pesada parecen un sin fin de cambalaches inconexos. Parada, muda, paralizada, la mirada fija en el gentío pero claramente atenta en aquella figura que se alejaba, de manera lenta para mi pero de prisa en el tiempo real de las cosas.
Ese andar tan propio de él que ya desde el comienzo anticipaban esta historia que en realidad no es una historia verdadera, por que no tiene personajes, no hay lugares, ni verbos que puedan ser definidos realmente.

En ese mar de personas, en el cual te vas sin mirar atrás. Allí mismo se desparramaban los recuerdos.
“Tu mirada, mi  mirada que en la distancia de los bancos del colegio iban llenando la atmósfera de incógnitas y que cuando se encontraban se retraían tímidamente.
Incertidumbre y adrenalina cuando reconocía tu voz en los pasillos de la escuela y luego al buscarte con la mirada, una sonrisa se me dibujaba cuando encontraba tu silueta esbelta  caminando con las manos en los bolsillos y cuando se te escapaban tus ojos y me dedicaban un instante en el espacio infinito que nos separaba.
Si, es verdad todo eso reconforta el corazón y es una caricia sin manos que te llega en el aire. Pero también es cierto que no se puede vivir de miradas, de sonrisas, ni caricias de aire; que si te pones a pensar es solo dar unos pasos hacia él y pronunciar tan solo unas palabras...para  encontrarse justo en el limite  entre  la decepción, el llanto o la  mismísima carcajada.

Me pregunto por que tu voz se torno tan familiar y por que tus palabras se me fueron enredando en el pensamiento, al mejor estilo del ovillo de un tejido y transformo las cosas que eran tan claras y simples en una maraña de hilos desordenados. Entonces nada de lo que dijeras podía ser  para mi un comentario mas de un compañero o tal vez tan solo un decir, por que decir hay muchos, sobretodo entre la gente que tiene cosas que contarse y un mundo por descubrirse.

S,i fueron instantes de duda en aquella esquina en el que me debatí entre devenir en persona o devenir en cobarde mientras sentía el cúmulo de sentimientos, el frió de la noche, el roció que caía tanto sobre mi como  sobre tus hombros cada vez más lejanos y yo cada vez mas y mas lejos de la posibilidad de la duda.

Pero se, que aunque sea yo dude, yo me debatí entre el no ser y ser algo mas, pero vos con la firmeza de tu pasos que no daban tregua, no daban lugar al tal vez o al puede ser. Esa firmeza en tus pasos como en tus palabras como bfgfgcuando ese día mientras esperábamos a la profesora me habías dicho mientras me mirabas que ya sabia cual era esa persona que podía comprender tus manías, que  querías  como tu compañera. Mientras me mirabas yo insistí en que me dijeras el nombre de aquella  y entonces bajaste la cabeza por que querías esconder un cierto rubor que había aparecido en tus mejillas y no pude dejar de pensar lo tierno que te veías.

Aquella tarde mientras realizábamos el trabajo de biología me anime a decirte lo tierno que eras y que suertuda seria aquella muchacha en la que pensabas como tu compañera. Luego se que me costo mirarte a los ojos por que tenia miedo de que aquella verdad que encerraba mi corazón se trasluciera y fuera mas que evidente.
Miedo, terror, temor ¿ es posible que el corazón humano no encierre ni una pizca de valentía?

Hoy que lo pienso, por que realmente se piensa cuando la subjetividad se disipa y la razón socorre al sentimiento, se que tal vez faltaba ese algo para dar lugar a ese correr por esa calle llena de gente, a ese agitarse, transpirar y dar sudor por la causa para llegar a vos... ya casi cerca de la otra esquina a punto de cruzar y alejarte de mi definitivamente. Sentimento. Pensamiento.
Decidí. Reanude la marcha. Pensé: mejor, más rápido. No. Casi  corriendo con prisa pero sin necesidad de prisa. Corri y corri como si un loco impulso me estuviera persiguiendo.
 Luego respire alivio. El auto arranco, y tomo impulso de forma lenta luego más rápida, sobre todo al cruzar por aquella calle donde habías derramado el recuerdo de tu figura, que ahora se me antojaba a gusto agri- dulce. Tranquila, serena, respire el aire de la cuidad cuando baje la ventanilla del taxi, que curiosamente me daba escalofríos, me erizaba la piel y sentía como si tuviera plumas y al dar las indicaciones al chofer sentí como si cacareara.
Y aunque sabia que esa sensación era tal vez por el frío, pensé de manera asustante o talvez aterradora que quizás era yo la única cobarde, solo yo y que vos, solo un capricho que se me había metido en el plumaje.