martes, 4 de enero de 2011

Del otro Lado...

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Cuando desperté, la oscuridad de la noche opacaba la casa. Estaba en mi cuarto y a pesar de eso sentía una sensación de extravío. Mis sentidos no conseguían orientarse en el tiempo y el espacio. Mire a mí alrededor: todo en la quietud de la noche mostraba signos de normalidad, aunque en el murmullo de los grillos pude distinguir el susurro de voces angustiadas desde algún cuarto de la planta baja. En un impulso independiente a la razón, brinque con paso ligero de la cama y baje.

    Al hacerlo me encontré con el rutinario living solo que ahora se encontraba repleto de personas desconocidas reunidas entorno a algo, conformando así un semicírculo.

En medio de esta multitud un doctor hacia una improvisada operación con suma urgencia. Pude notarlo por los rústicos utensilios.
Divise entre la muchedumbre como él y un ayudante abrían la herida y extraían una bala para después suturar prolijamente. Los curiosos murmuraban haciendo ademanes de sorpresa mientras una mujer robusta lloraba al margen de la muchedumbre. Las caras a mi alrededor denotaban desconcierto. El doctor y el ayudante se remitieron a advertir a los presentes que hicieran espacio.

Un anciano en su afán por ver al herido me choco y caí  sintiendo la dureza del parque en la ingle. Las sombras de los extraños  crecieron y se oscurecieron sobre mí y la manta que me cubría se me antojo en rojo improvisado.

Cuando pude incorporarme vi las caras de asombro; respire aliviado sintiendo una profunda punzada que subía desde el abdomen en una pintoresca marca que me recordaba mi suerte.

                                                   Tamara V. Motta